Quiénes somos

Cipri Guillén

En mi comienzo como agricultor, yo era “el chiquito”.
Chiquito trae esto, chiquito trae lo otro y así pasaba los días, trabajando en el negocio familiar, con la responsabilidad que suponía para mi pertenecer a la tercera generación de Ciprianos y agricultores de mi familia.

Finalmente comencé a trabajar, mi padre me sometió a los trabajos más duros, a manejar día si y día también diferentes enseres, imagino que con ánimo de que me frustrase y decidiese tirar la toalla. Nadie mejor que mi padre sabe lo duro que es el campo.

Cuando finalmente vieron que no había nada que hacer, que la tierra ya corría por mis venas, mi padre y mi abuelo, socio fundador de la “Sociedad Cooperativa Vinícola Madrileña”, me enseñaron todo lo que sé del campo.

He visto llover azadón en mano, mientras regaba, he sufrido una tormenta de piedra rogando a Dios que parara, he llorado, me he caído pero me he vuelto a levantar a lo largo de estos últimos 20 años y nunca he pensado en abandonar el campo.

Seguí cuidando las cepas con mimo, abonando las tierras como lo hacían mis antepasados, con estiércol de vacas, cabras y caballos, pero rápidamente me di cuenta de lo necesaria que era la innovación en nuestras milles de cepas ya envejecidas y así arrancó la reestructuración del negocio familiar y hoy somos los principales productores de la vinícola.

He trabajado sin descanso con la ilusión de mantener una parte de la tradición histórica de mi pueblo pero ahora ha llegado el momento  de dar un paso más.

Con la llegada a mi vida de mi mujer, Cristina, llegamos a la conclusión de que no basta con tener unos productos de excelente calidad si no los das a conocer y que mejor manera de hacerlo que vendiendo nuestros productos online, a través de Internet. Queremos acercar nuestros vinos al consumidor final, eliminando intermediarios como hacerlo a precios muy competitivos y al mismo tiempo, dar a conocer una parte desconocida de Madrid y su agricultura.

Cristina Ponsín

La familia de Cristina Ponsín es originaria de Alcázar de San Juan, tierra de agricultores, por lo que el campo no le era ajeno.

Lo que nunca pudo imaginar es que acabaría enamorándose de un agricultor argandeño. Él le contagió su pasión por el campo y ambos pusieron en marcha, hace ya más de cinco años, este proyecto para llevar el vino y el aceite de Arganda a cualquier rincón del mundo.

Desde el comienzo de esta aventura, Cristina es la gerente encargada de la distribución online, venta directa, administración y las rutas enológicas guiadas.  

Cabe recalcar que de vez en cuando Cris y Cipri abandonan el mundo rural y el teclado para ponerse tacones y corbata, y salir a representar en diversos escenarios los productos que con tanto orgullo defienden.

Con estos actos sumados al gran número de clientes a los que han conseguido llegar, se han convertido en uno de los proveedores más importantes de ambas Cooperativas. “Y es que no hay nada mejor que trabajar en aquello que te llena.”

Historia del campo Argandeño…

Hace 20 años, cuando comencé a trabajar en esta profesión, éramos 350 socios y cultivábamos 1100 hectáreas de viñedo. En la actualidad tan sólo 58 socios que suman 161 hectáreas integran esta cooperativa. Hace 20 años había en Arganda 521 socios y 900 hectáreas de olivares, ahora somos 193 socios y 450 hectáreas de olivar. El porqué de este declive es muy simple.

Arganda está ubicada a 25 km de la puerta del sol y en los últimos 20 años ha duplicado su población, actualmente somos 54.000 habitantes. La cercanía a la capital hace que este pueblo se haya convertido en una ciudad dormitorio con grandes infraestructuras y un importante polígono industrial. La estructura de los campos argandeños se ha visto sometida a infinidad de cambios, uno de ellos ha sido la construcción de la red viaria, imprescindible para el desarrollo industrial y comercial pero perjudicial para la supervivencia de viñedos y olivares.

La expansión urbanística y la incesante plaga de conejos que asola el campo argandeño convierte a los agricultores argandeños en unos auténticos héroes al servicio de la historia y tradición vitivinícola y aceitera argandeña.

En Arganda cultivamos olivos centenarios que han pasado de generación en generación en las familias, en los que crecen tres variedades de aceitunas, Cornicabra, Manzanilla y Picual, la última en llegar, arrojan un aceite único. Los propios socios de la cooperativa retiran hasta un 40 por ciento de la producción para consumo propio. Es tal su calidad y sabor, que las grandes marcas comerciales nos compran directamente el aceite en cisternas y su distribución comercial es escasa.

Somos pocos pero estamos enamorados de nuestros productos, nuestros viñedos antiguos ahora comparten terreno con nuevas plantaciones en espaldera, que cuidamos con mimo año tras año y que hoy en día trabajamos con los últimos avances tecnológicos.  Antiguamente te tocaba hacer largas colas en la cooperativa para descargar en campaña, a poder hacerlo vaya a la hora que vaya.  De encontrar gente por cualquier camino a sentirme en la mas inmensa soledad.

La vida del agricultor es dura pero más aún si has nacido en Arganda, donde escasea la mano de obra. El trabajador prefiere ganarse el jornal en cualquier empresa del polígono, donde no pasa ni frío ni calor. Por este motivo, poco a poco la gente ha ido abandonando el campo.

Los últimos agricultores argandeños somos amantes del campo y la naturaleza por encima de todas las cosas, conocemos nuestras tierras y sus necesidades y esperamos cada campaña como los niños a los Reyes Magos.

Hoy en día, un agricultor tiene que estar preparado para cualquier circunstancia. En sus manos está el futuro agrícola. Nos toca ser economistas, soldadores, mecánicos, ingenieros, ecologistas,…. gente con una gran capacidad de adaptación al medio porque no nos queda otro remedio…el amor que tenemos por la tierra que cultivaron nuestros antepasados, nos da la posibilidad de  ofrecer un producto de alta calidad a la puerta de Madrid.

Por eso cuidamos cada vid, cada oliva, con la misma devoción que lo hicieron ellos.

Somos una estirpe en peligro de extinción y nos resistimos a dejar el campo desierto.
Estamos orgullosos de seguir siendo la bodega y la aceitera más próxima a la capital de España.